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JAMÁS ME PIERDAS DE VISTA

Nos aislamos para comunicarnos, nuestros ojos son capturados y tenemos los dedos siempre ocupados. Hoy el celular, es una extensión del cuerpo y condición de membresía. Difícilmente nos hallamos fuera de su área de cobertura y si lo estamos, desesperamos. En una encuesta instagramera en la que se les pidió a los usuarios que definieran al celular con una palabra éstos utilizaron: “dispositivo de alienación, invasivo, tóxico, adictivo, insoportable, elemento de dominio, deshumanizador, venenoso, espía, dependencia, sobrevalorado” entre otras cosas. Adjetivos y sustantivos, en su composición negativos. Aún así los usamos día a día, constantemente. ¿Acaso los humanos mantenemos hábitos que reconocemos como tóxicos? ¿Es tóxico el objeto en sí o lo es nuestro comportamiento adictivo? Somos conscientes del hilo en apariencia “irrompible” que nos une con nuestro móvil, tal como aquél que conecta alma y cuerpo. Sin embargo, continuamos dándole un uso desmedido. “La vida es eso que pasa mientras mirás el celular” dicen y tienen razón. No sólo nos daña los ojos, también nos ciega socialmente. ¿Qué nos perdemos de ver, cuando miramos hacia abajo y nos encandila la pantalla?

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